11/1/10

Historia de Campeonatos del America de Cali




1979 - La Primera Estrella: 1979 ´aquel 19’
¡Campeón!. Y había que estar debajo de la piel de los americanos para sentir la emoción incomparable de ver la más anhelada, esperada y siempre postergada vuelta olímpica.
¡Campeón!. Cincuenta mil personas apretujadas y angustiadas, masticando el penal que desperdicio Aurelio Jose Pascuttini el domingo en Bogotá, convirtieron las tribunas en un volcán de alegría. Pólvora, tronantes, colorido, música para una fiesta que difícilmente olvidaremos quienes participamos de ella.
Cuando apareció el equipo en la gramilla se precipitó el terremoto. Comenzó el partido vibrante, con un Amércia inspirado, arrollador. Y la gente acicateada por la inmensa oportunidad de ser campeones, se hizo sentir hasta que llego el gol que cambio el curso del partido y de la vida para los americanos.
¡Campeón!. El transcurso del ultimo encuentro fue tenebroso. La continua aparición de las ambulancias aumentaba la angustia en las tribunas.
Campeón!. Por eso el estadio se partió en cincuenta mil pedazos cuando Alfonso Cañón perforó la red de Miguel Angel Gasparoni y daba la impresión que se venía abajo un verdadero pandemonium.
¡Campeón!. Y cuando Gabriel Chaparro inicio el recorrido por la pista atlética parecía el fin del mundo. La gente no resistía la tentación de abrazar a sus ídolos y el campo fue inundado. A esa hora las gargantas habían perdido mucho vigor tras la extenuaste jornada, pero igual seguían gritando: América campeón.
Esa noche valía todo. Desde el domingo anterior cuando el técnico Gabriel Ochoa sentenció sin vacilaciones: ”seremos campeones aunque nos tengan que matar”, la caudalosa hinchada comprendió que su papel seria vital. El partido teníamos que ganarlo todos. A como diera lugar. América no podía desperdiciar semejante oportunidad para sepultar mas de cincuenta años de frustraciones, de tristeza de burlas.
América fue campeón de muchos eneros. Por esa época se escuchaba la manida frase: este será el año. Y todos nos cansamos. Cada año con el mismo cuento. Paradójicamente en 1979 nadie se acordó de la afirmación, aún admitiendo la confianza que inspiraba desde la dirección técnica el medico antioqueño Gabriel Ochoa Uribe. Pudo mas la avasallante personalidad, el poder de convicción, la fe, el trabajo, el plantel técnico, la directiva.
¡Campeón!. Ya no se hablará más de las dos jornadas que estuvo en invicto el equipo en 1967. Ni del subcampeonato que ganó América en 1969 bajo la tutela de Ángel Peruca. Ni de la incursión en la Copa Libertadores del año 70. Tampoco se recordará el triunfo sobre el Deportivo Cali por cinco goles a cero. En adelante se hablará de la primera estrella. De aquel 19 de diciembre, de Gay, de Pascuttini, de Cáceres, de Valencia, de Pepino San Giovanni, de Ochoa. El desborde de entusiasmo, el frenesí, el paroxismo incontrolable, todo el mundo se volcó a las calles, para expresar una euforia contenida por tanto tiempo. El Obrero, uno de los mas añejos y tradicionales barrios caleños, se pintó de rojo. Y al igual que en Siloé, en San Antonio, Alfonso López, Unión de Vivienda Popular, Alameda y tantos otros se bailó en las calles.
Lo que resulta a esta hora difícil de establecer, es el numero de corazones que flaquearon, que no resistieron el embate. No se sabe cuantos sucumbieron antes de la hora gloriosa del más popular de los equipos que existen en el país.
1982 - La Segunda Estrella: un título en frío
Nadie creía en el triunfo total en ese domingo gris y bogotano. El Doctor Gabriel Ochoa Uribe sólo pensaba en ganarle a Millonarios para mantener la ventaja. La noche del sábado se organizó un baile de colegio en un recinto adyacente del hotel Dann Colonial y el ruido no permitía dormir. Temprano Ochoa ya salía para misa. Después lo hicieron otros jugadores. Hacia el mediodía muchos hinchas merodeaban por el hall en busca de boletas.
Pasadas la dos y media de la tarde el equipo salió para el Estadio ‘El Campín’ en un bus destartalado que le cedió Millonarios. Al llegar se vio a El Duende y todo el mundo se preocupó por su suerte. El Doctor Ochoa preguntó si estaba borracho, Alvaro Guerrero le regaló la boleta. Entraron al camerino y el presidente Pepino San Giovanni les deseó suerte. Los directivos fueron en busca del palco de la Dimayor. Todos tenían aungurios para la suerte: que el estadio no estuviera lleno y que la lluvia no fuera inminente. Ambos se me cumplían. América contaba con el respaldo de los caleños que viven en Bogotá, localizados en oriental, y las barras que habían ido en buses, que ocuparon la parte occidental.
El equipo empezó jugando de sur a norte. Millonarios trató de atacar pero América lo controlaba bien. En el minuto once sucedió lo maravilloso: Quiñónez recibe el balón por el lado derecho, camina con él y tira el centro; Battaglia salta y la peina atrás, la recoge Damiano, quien inicialmente intenta ir hasta la línea pero se devuelve y casi perdiendo el equilibrio entrega el balón a Caicedo que viene de atrás. Entró como una ráfaga y le pego de izquierda a unos 25 metros del arco. Caicedo nos decía después que cuando pateó, levantó la cabeza y comprendió que era gol. Vivalda trató de hacer lo imposible. La malla vibró.
Después la espera impaciente. Los comentarios entre nosotros. La incertidumbre de los marcadores en otras plazas. El aguante del ataque Millonario en el segundo tiempo.
Y el equipo jugando bien, con tranquilidad, sin desesperarse, tratando de tocar. Barberón arremetiendo sobre Quiñonez. Este, un poco arrasado, lo derriba. El arbitro le muestra la amarilla, de inmediato, viene el cambio por Valencia. Ochoa no arriesga. Posteriormente, lo acostumbrado. La salida de Alfaro, que lo ha dado todo, para el toque final del ‘Paisa’ Sierra. Poco a poco, el tiempo nos beneficiaba. Sabíamos de la victoria del Tolima. Nos enfrió un poco el empate del Pereira pero nos alegro el segundo gol del Nacional. Todo empezaba a darse. No quisimos darnos cuenta del tiempo hasta que se acercaba el final. Faltaban cuatro minutos angustiosos. América hizo memoria de lo que había sucedido en Pereira y Sierra organizaba el toque en el medio campo.
Millos no quiso saber nada mas cuando faltaban dos minutos. Nitti, en un gran arbitraje, se acercó al centro y ya antes de pitar estábamos abrazados. Salimos corriendo en busca del camerino. Nadie abría. Corrimos hacia la puerta que daba a la cancha. Jairo Ante se cayó en las gradas y se pegó en la rodilla. Lo levantamos y nos dirigió a nuestro destino pero la policía no nos permitió la entrada. Solo a Pepino. Nosotros nos devolvimos al camerino. En ese momento llegaban Raúl González, la esposa del Doctor Ochoa y su hijo. Más que alegría había estupor. Los jugadores sentados, algunos periodistas inventando una euforia que todavía no era exteriorizada. Ochoa, nos contaron, desde que el arbitro pitó no pudo evitar el llanto y entró al camerino solitario mientras los jugadores festejaban en la cancha, abrazándose entre sí. La hinchada empezó a gritar desde afuera.

1983 - La Tercera Estrella: Campeón para mucho rato
Este año América logró uno de los objetivos que se trazó al comenzar la temporada de 1983: retener el titulo. El otro era ganar la copa libertadores o cuando menos llegar a la instancia final. Este último se escapó por esos avatares que tiene el fútbol. Pero en América hay campeón para mucho rato.
Considerado como un cuadro ultradefensivo, América figuró este año con asiduidad en los arcos contrarios, entre Willington Ortiz y Juan Manuel Battaglia anotaron una cifra superior a los 40 goles.
Es indudable que el técnico antioqueño Gabriel Ochoa Uribe ejerció notable influencia en el conjunto americano. Tiene, además de sus profundos conocimientos y su inclaudicable espíritu de trabajo, un gran poder de convicción.
Cuando comenzó la serie octagonal el timonel americano no tuvo problemas para manifestar que “mi único favorito para ganar el titulo es el América porque lo conozco suficientemente”. A medida que se desarrollaron los partidos, se le otorga la razón al entrenador, un verdadero estratega del fútbol.
El equipo rojo fue primero de comienzo a final. Después de la eliminación de la Copa Libertadores, cuando el grupo se resintió anímicamente, Ochoa pudo lavar el cerebro a sus atletas y estos reanudaron la marcha hacia la historia, después de perder en forma holgada frente al Junior en el campeonato local.
La campaña realizada por América en 1983 deja como balance: En el Torneo de la Paz, América terminó tercero de su grupo detrás de Junior y Medellín. En el primer semestre enfrentó la eliminatoria de la Copa Libertadores, junto con Tolima y los equipos Alianza Lima y Universitario de Deportes. Empezó cojeando al empatar con Lima en el Pascual Guerrero, después logró nueve puntos y así se adjudicó el derecho a seguir en el torneo surcontinental de clubes.
Posteriormente se inicia la semifinal y le tocó cotejar con Gremio de Porto Alegre y Estudiantes de la Plata.
Después del segundo torneo denominado Copa de la Paz clasificó al octogonal final y gano el campeonato en una reñida serie con Junior y Nacional.
Al comenzar el año la junta directiva del América y el técnico Gabriel Ochoa Uribe, reformaron el plantel, con la intención de pelear la Copa Libertadores y si fuera posible repetir el titulo.
Llegaron Daniel Teglia, Claudio Casares, Willington Ortiz, Rafael ‘vallenato’ Agudelo, Henry Alape, Jorge Porras y Luis Antonio Marcolleta. Igualmente probaron suerte los brasileños Ademir Praticio y Coccota.
Al no tener un centro delantero definido, Ochoa ubicó a Willington Ortiz como nueve, alcanzando una producción importante de goles. Willington, si bien erró en PortoAlegre el cobro de una pena máxima, que le hubiese permitido quizá la disputa del titulo de Copa Libertadores, hoy es ponderado por miles de seguidores rojos.
Jorge Porras desde el día que salió con la titular se quedó con el puesto. Libero, Stoper, marca las dos puntas y hace de volante tapón pero por encima de todo es líder y figura.
Rafael Agudelo no tuvo la misma fortuna. Las lesiones pasaron demasiado en ‘El Vallenato’. Igual sucediÛ con el Chileno Luis Alfonso Marcolleta, quien llegó con un palmares impresionante que no pudo ratificar.
Juan Manuel Battaglia fue otro de los jugadores sobresalientes del América. Desde el torneo nacional hasta la liguilla mejoró notablemente su producción de fútbol y goles. El colombo-paraguayo completo su quinto año en el América y esta vez las tuvo todas consigo.

1984: América retiene el título del mejor
Este año América logró uno de los objetivos que se trazó al comenzar la temporada de 1983: retener el titulo. El otro era ganar la Copa Libertadores o cuando menos llegar a la instancia final. Este último se escapó por esos avatares que tiene el fútbol. Pero en América hay campeón para mucho rato.
Considerado como un cuadro ultradefensivo, América figuró este año con asiduidad en los arcos contrarios, entre Willington Ortiz y Juan Manuel Battaglia anotaron una cifra superior a los 40 goles.
Es indudable que el técnico antioqueño Gabriel Ochoa Uribe ejerce notable influencia en el conjunto americano. Tiene, además de sus profundos conocimientos y su inclaudicable espíritu de trabajo, un gran poder de convicción.
Cuando comenzó la serie octagonal el timonel americano no tuvo problemas para manifestar que “mi único favorito para ganar el titulo es el América; porque lo conozco suficientemente”. A medida que se desarrollaron los partidos, se le otorga la razón al entrenador, un verdadero estratega del fútbol.
El equipo rojo fue primero de comienzo a final. Después de la eliminación de la Copa Libertadores, cuando el grupo se resintió anímicamente, Ochoa pudo lavar el cerebro a sus atletas y estos reanudaron la marcha hacia la historia, después de perder en forma holgada frente al Junior en el campeonato local.
La campaña realizada por América en 1983 deja como balance: En el Torneo de la Paz, América termino tercero de su grupo detrás de Junior y Medellín. En el primer semestre enfrentó la eliminatoria de la Copa Libertadores, junto con Tolima y los equipos Alianza Lima y Universitario de Deportes. Empezó cojeando al empatar con Lima en el Pascual Guerrero, después logró nueve puntos y así se adjudicó el derecho a seguir en el torneo surcontinental de clubes.
Posteriormente se inicia la semifinal y le tocó cotejar con Gremio de Porto Alegre y Estudiantes de la Plata.
Después del segundo torneo denominado Copa de la Paz clasificó al octogonal final y gano el campeonato en una reñida serie con Junior y Nacional.
Al comenzar el año la junta directiva del América y el técnico Gabriel Ochoa Uribe, reformaron el plantel, con la intención de pelear la Copa Libertadores y si fuera posible repetir el titulo.
Llegaron Daniel Teglia, Claudio Casares, Willington Ortiz, Rafael ‘vallenato’ Agudelo, Henry Alape, Jorge Porras y Luis Antonio Marcolleta. Igualmente probaron suerte los brasileños Ademir Praticio y Coccota.
Al no tener un centro delantero definido, Ochoa ubicó a Willington Ortiz como nueve, alcanzando una producción importante de goles. Willington, si bien erró en PortoAlegre el cobro de una pena máxima, que le hubiese permitido quizá la disputa del titulo de Copa Libertadores, hoy es ponderado por miles de seguidores rojos.
Jorge Porras desde el día que salió con la titular se quedó con el puesto. Libero, Stoper, marca las dos puntas y hace de volante tapón pero por encima de todo es líder y figura.
Rafael Agudelo no tuvo la misma fortuna. Las lesiones pasaron demasiado en ‘El Vallenato’. Igual sucedió con el Chileno Luis Alfonso Marcolleta, quien llegó con un palmares impresionante que no pudo ratificar.
Juan Manuel Battaglia fue otro de los jugadores sobresalientes del América. Desde el torneo nacional hasta la liguilla mejoro notablemente su producción de fútbol y goles. El colombo-paraguayo completo su quinto año en el América y esta vez las tuvo todas consigo.
1985: Un nuevo título
Cuando Alberto Beltrán interpretó al compás en la Sonora Matacera el bolero "aquel 19", era algo así como un presagio de victoria. El hincha americano volvió a recordar la primera estrella del 79 y se entregó a la esperanza del juego final con el Junior.
Sorprendió el técnico americano con su planteamiento. Salió a atacar con todo y a buscar de paso una victoria que le diera la quinta estrella, empleando dos volantes de creación: Cabañas y Alex Escobar.
Consiguió su objetivo con un gol de Juan Manuel Battaglia en el primer tiempo, con golpe de cabeza, ante una indecisión de la zaga juniorista y la pésima salida del arquero Quiroga. Fue cuando estalló la tribuna y la tarde se tiño de banderas rojas. El gol calmó los ánimos del cuadro rojo, pues a partir del minuto glorioso se quedó futbolísticamente. No fue un juego brillante. Junior hizo crispar los nervios y confundir el sistema americano. Quizá se esperaba mucho mas del onceno escarlata en su ultimo partido. Pero Junior no permitió los lujos que intentaron Cabañas, Alex Escobar y Willington Ortiz, tapando la salida con Gasparini, Cortina y Araujo. Junior tal vez limitó sus movimientos, fue parco en su ataque, apareció muy poco en las dieciocho del América. Castell, Araujo y Carlos Ischia desentonaron en su presentación. Junior no mereció jamás el titulo. Se refugio en su patio marcando y esperando, pues con el 1-0 en contra le era mas que suficiente. No quería salir humillado del Pascual Guerrero y a fe que lo logró.
América había iniciado el partido con esas ganas de siempre. Urgido como estaba de la victoria, creo situaciones de riesgo sobre el pórtico de Quiroga. Un remate de Cabañas a pase de Alex Escobar, puso el toque de emoción en las tribunas. El mismo Cabañas con frentazo al primer palo volvió a levantar los ánimos.
Reacciona Junior en su primera llegada, resolviendo Gonzalo Soto, que evacua el peligro. Vuelve Júnior a hacerse presente. Reynel Ruiz tuvo una equivocación ante Gasparini, que no pudo levantar el balón en las dieciocho; América se confunde en la salida desde el fondo.
Sin embargo la presión roja se hizo sentir a los 28 minutos, un balón que trato de recepcionar Gareca en zona roja, no llega blanco al remate, aparece Battaglia con un golpe de cabeza al segundo palo. Balón débil que toma a Quiroga fuera de acción. Pecado grande de toda la zaga juniorista.
Para el complemento, Junior varia su forma de jugar, excluyendo a cortina que nada le produjo en la inicial, dando paso a Saja, para propiciar la subida de Abello al medio campo como apoyo de Ischa y Gasparini. Minutos mas tarde Saporiti vuelve a insistir con un cambio: Rico suple a Araujo.
Quería atacar con todo al América lanzando a de Ávila por Battaglia, para ganar en velocidad. No se vio un buen partido en el final. Junior marcó demasiado.
Fue un partido difícil, enredado, con susto y pánico, haciendo sudar frío a los 43 mil americanos que se apostaban en el Pascual Guerrero.

La Sexta Estrella 1986: No hay dicha completa
Como no hay dicha completa el hexacampeón América debió soportar su primer revés estrenando sus pergaminos logrados este año, ante un Nacional que aprovecho la ventaja de no enfrentarse a todo el plantel titular rojo, consiguiendo una victoria (3-2) que tampoco sirve para disimular la gris campaña cumplida por los verdolagas y que les valió un lugar intermedio en la tabla al termino del certamen que hoy bajó el telón.
El partido se disputó dentro de un impresionante marco rojo con la presencia de la belleza de la mujer vallecaucana, revista gimnástica y despliegue de juegos artificiales, lo mismo que el ritmo de la salsa que identifica el sentir musical de esta comarca y, claro esta, con el sabor de una buena y alicorada bota.
Los jugadores del Nacional, en gesto de cortesía, saludaron a los campeones cuando estos pasaron en frente suyo dando la vuelta olímpica.
Deportivamente, las acciones podrían clasificarse de alegres hasta cierto punto, disputadas dentro de la porfía de los suplentes que integraron el equipo rojo, para demostrar sus condiciones y sus rivales con la intención de aguantar un poco la fiesta, lo que alcanzarían por tres goles a dos.
Con su acostumbrado despliegue táctico, El Maño Ruiz alineó a sus dirigidos con cuatro volantes, dos de oficio creativo y los restantes con la intención de marcar y acompañar el ataque en el cual figuraron Galeano y Omar Suárez, un juvenil que causó grata impresión. Por su parte, los escarlatas dentro de un planeamiento de cuatro, tres, tres, lucharon denodadamente no solo para ganar el partido y contribuir a mantener el invicto del elenco rojo como local, sino con la evidente actitud de ayudar a Gareca a subir su cuota de gol para tratar de dar alcance a su inmediato rival Sosa, lo que no se daría al final. Romeiro Hurtado, sin la profundidad que lo distinguiera en sus comienzos, fue la pieza floja en el medio campo, línea que tampoco tuvo en González Aquino las revoluciones que el paraguayo solía darle. El pundonoroso jugador que tuvo un paso importante en el América, constituyéndose en valor fundamental en los primeros cinco títulos logrados, anunció su despedida para dedicarse a entrenador.
Esa inconsistencia fue aprovechada por Nacional, con Sierra y Ricaute en la creación y Escobar y Paz en la vigilancia de Alex Escobar y Romeiro Hurtado. Arriba fue vibrante el duelo entre Galeano y Aponte, que gano el antioqueño aunque no figuró en el marcador, pero logró confundir a su rival hasta el punto de cometer el vallecaucano dos errores protuberantes que le costaron al equipo sendos goles conseguidos por Sierra y Paz, a los 13 y 22 minutos del primer tiempo, respectivamente. Posteriormente, en la segunda etapa, otra falla de Aponte capitalizaría Ricaute para anotar el gol del triunfo después que el local desperdiciaba claras ocasiones con de Ávila, quien fue relevado por Maturana y luego Romeiro Hurtado por Castaño.
Los tantos del América fueron logrados por Gareca a los 10 minutos del primer tiempo, de pena máxima, en jugada dudosa sobre Ampudia que el arbitro castigó. Y a los 39 minutos, Battaglia anotó el segundo al recibir habilitación en corto de Gareca y empalmar en tiro alto que Higuita no alcanzó a neutralizar.
Sobre los últimos minutos América arreció sus llegadas sobre el pórtico antioqueño pero unas veces, las más, Higuita y otras la imprecisión de los remates americanos, impedirían que se llegara al tan ansiado empate. La derrota si bien no llego a mermar el alborozo de los seguidores del campeón, por lo menos dejó el sinsabor de no haber visto a los suplentes en un mejor nivel. Esto si en el América se puede hablar de suplentes, pues en verdad la concientización de todos los integrantes del elenco ha sido en el sentido de llevar siempre la responsabilidad de ser titular.

1990 - La Séptima Estrella: Histórico, primeros en todo
No fue un gran partido, es verdad. La tensión era terrible como para permitirse lujos mayores. Pero a estas alturas, mientras las banderas rojas todavía se agitan en las calles, el compromiso de este domingo constituye un detalle puramente anecdótico.
La recuperación de la hegemonía en el fútbol colombiano, la séptima estrella, la felicidad de la vuelta olímpica, todo esta por encima de los noventa minutos jugados en el Campín. Además, el América no rindió examen sobre sus méritos solamente ante Santa Fe. Lo hizo a lo largo de todo el año, con unas estadísticas que invitan a quitarse el sombrero: el mejor ataque, la mejor defensa, los dos máximos goleadores de la temporada, el equipo que más puntos hizo, el que mas gano, el que menos perdió, imposible, pues, pedir mas. Y absolutamente desubicado tratar de encontrar fisuras en una campaña que quedara en la historia, como esos récords que tiene cara de eternos. Lo que ocurre es que, como suele suceder en la competición futbolística, esta vez había que jugar todas las fichas a un solo número: el partido de Bogotá.
De nada hubiese valido todas esas cifras si se daban las dos posibilidades que le arrebataban el título al América: la derrota del equipo de Ochoa Uribe y el triunfo del Nacional. A la postre no se dio ninguna de las dos. Pero primero hubo que jugar esta apasionante final, en dos actos simultáneos, para poder certificar el desenlace. Es que el cuadro de Héctor Céspedes no fue ningún rival decorativo. Apuntalado por el empuje de Dalto y Betancourt, el conjunto cardenal paso en limpio su imagen al oponer una férrea resistencia al América
El uruguayo Dalto metió dos zurdazos de media distancia en los primeros ocho minutos. Miller Cuesta, en el fondo, corregía los errores de la zaga y Alfonso Cañón, con su toque, abrió grietas en el sistema de seguridad del América. Sólo que el conjunto escarlata fue mas agresivo esta vez para estructurar su defensa. Lejos de repetirse el error de esperar en forma pasiva, salió a apretar a santa Fe en tres cuartos de cancha y provocó, por ejemplo, una mano de Didio Mosquera (penal a nuestro juicio omitido por Jhon Jairo Toro), dos riflazos del ‘Checho’ Angulo y un cabezazo de Eduardo Pimentel, que salvó Didio, antes del minuto 25. A esa altura Da Silva fue a buscar un balón y Mosquera Torres, nervioso, terminó empujándolo dentro del área. Penal con guante blanco, pero penal, que no vaciló en sancionar el central y en aprovechar el ‘Checho’ para el gol 150 de su carrera y, de paso, para poner proa hacia el título.
Hubo también un enganche al Pipa de Ávila, con cara de penal. Pero Toro no volvería a señalar el punto fatídico y América, de todos modos, salió a jugar, en teoría, un segundo tiempo con relativa tranquilidad. Por arriba contra nacional, a ras de piso contra Santa Fe, la pelota quieta reinauguró el drama y el partido quedó sobre el filo de la navaja.
Como esos boxeadores que saben que llevan ventaja en las tarjetas y se dedican a pasar los últimos asaltos, América optó por gastar los minutos restantes en lugar de jugarlos. Pero no por conformismo o por animo especulador, sino por una conducta nacida de la más clara realidad: el balón quemaba, los pases no salían, el camino hacia Hernández era cada vez mas confuso y, de repeso, Alexis Mendoza fue expulsado por reincidir en el juego brusco. El hincha americano, de enorme presencia en la tribuna, fue tan práctico como su equipo. Comenzó a buscar en el transistor el partido de Medellín y a rezar para que Santa Fe no llegara más. Llegó entonces el penal convertido por Héctor Gerardo Méndez en el Atanasio Girardot y solo ahí las banderas rojas volvieron a surcar el frío aire de la capital. Aun así los ojos clavados en la gramilla bogotana y el oído derecho pegado al radio, esos últimos minutos fueron larguísimos. Pero Pimentel y Balbis mantuvieron la causa en su punto y Santa Fe consciente de sus limitaciones, se quedó con el empate.
Que se pudo jugar mejor, que se a debía ganar, que mortifica el tomar goles de pelota quieta tan de seguido, que varios jugadores se dejaron dominar por los nervios, eso ya es intrascendente. Ahora es tiempo de reír, de celebrar, de dar rienda suelta al júbilo, de mandar el estrés de vacaciones. América es campeón y eso es lo que importa.

1992 - La Octava Estrella: Campeones frente al rival de patio perfecto
Sí, el Cali perdió y después de una fulgurante campaña se quedó sin poder sin poder concretar su objetivo de volver a la Copa Libertadores, a la que no asiste desde 1987.
El Cali luchó hasta el ultimo segundo, pero su esfuerzo no le alcanzó porque desde el primer minuto América fue más rápido y tuvo mejor recuperación del balón, con un excelente trabajo de su medio campo, particularmente de Rincón y lozano, que se agigantaron para hacer rebotes y hacer volumen ofensivo.
El Cali pretendía que América lo atacara, esperándolo, para montar su contragolpe, pero Sotelo y Aredes jugaron muy distanciados, y el eterno ‘terrible rival’ le presionó siempre la salida de balón.
En el comienzo del segundo tiempo los verdiblancos reaccionaron y llegaron con tres opciones claras al arco de Julio Gómez. América, llevando la pelota en corto y el Cali tratando de ubicar los pelotazos, fue la característica del partido, pero en el trabajo fue mucho más America, no sólo por su acertado manejo del balón, sino porque quiso y logró ofrecer la obtención del título con un brillante desempeño.
En la segunda mitad, cuando su equipo caía 1-0 con el golazo de Freddy Rincón a los 36 minutos, el técnico del Cali sacó a Ambula y metió a Andrés Estrada, tratando de ganar en el medio campo, pero obliga a retroceder a Pedro Sarmiento como libero para que Simón Esterilla jugara como stoper. Esto fue una ventaja para América, porque de la reacción caleña en los primeros minutos del reinicio, volvió a tomar el manejo del juego y Anthony de Ávila y Alex Escobar penetraron con el balón pegado a sus botines. José Manuel Rodríguez entro por Aredes, buscando mas fuerza ofensiva. Los cambios eran obligados, y al conjunto azucarero le daba lo mismo perder por un gol que por tres o más. Solo le servía empatar y lanzarse por el triunfo. Rincón a los 36 minutos del primer tiempo, reportó una tranquilidad y justicia al mejor trabajo del América. Después de Ávila a los 28 de la segunda parte aumentó el guarismo, que parecía condenar al Cali, pero el equipo verde no se entregó.
Dos minutos antes de la anotación del ‘Pitufo’ Anthony de Ávila, Niver Arboleda tuvo la oportunidad de empatar, con una chalaca tan lujosa, como la tapada de Julio Gómez. Ese trabajo corajudo le representó el descuento con el penal cobrado por Toniho, por falta de Mendoza al brasileño a los 38 minutos.
Pero Albeiro Usurriaga, que había entrado por Da Silva a los 23, aprovechó un pase largo de Rincón para tirar un centro que capitalizo de Ávila, ya al minuto 41. Señor Rincón usted se pasó.
Indiscutiblemente que la gran figura del América en el clásico que definió el campeonato, fue el bonaerense Freddy Eusebio Rincón. ‘El coloso del pacífico’, como se le conoce popularmente, fue el autor del golazo con el que el onceno de Francisco Maturana, abrió la cuenta, para imponerse definitivamente por 3-1 sobre el deportivo Cali y sumar su octava estrella en el historial del fútbol colombiano. En la retina de los aficionados quedó ese tanto para la eternidad. Un pase de taquito de Jorge Bermúdez habilitó al corajudo medio campista, quien metió tremendo zapatazo arriba que dejó helados a los caleños y prendió la fiesta roja. Fue un metrallazo imposible para rayo.
Este fue el segundo título colombiano en la carrera del morocho jugador, que fue considerado por la crítica como el mas valioso, no solo de los cuadrangulares semifinales, sino también de la fase definitiva que concluyó anoche. Y es que Rincón no solamente fue el jugador de más alta calificación en cada jornada, sino que también anotó los goles decisivos, como el que hizo frente a Júnior, en el penúltimo juego. Vistiendo la camiseta escarlata, Rincón suma en total 16 tantos, para una producción que lo convierte en un volante, que no solamente marca y apoya, sino que también define, tal como lo manda el fútbol moderno. Rincón que igualmente es el capitán del equipo, se convirtió en líder en cada compromiso, empujando siempre a sus compañeros para ahogar al rival en los momentos cruciales.

1997 - Los diablos bordaron otra al escudo
Y así fue la tarde del 21 de diciembre de 1997, un día para la historia escarlata, para la conmemoración de una nueva estrella que irá bordada, en adelante, en el corazón de la camiseta americana.
Aquella tarde soleada, Cali se vestía de un sólo color: el del sentimiento rojo. Ese sentimiento que solamente pueden disfrutar los hinchas americanos se aspiraba en cada rincón de la Sultana del Valle, llegaba a las venas y luego se depositaba en los corazones de donde nunca salió, ni saldrá. Esos mismos corazones los cuales esperaron durante un año y medio para poder celebrar en un cántico ensordecedor una estrella, que hace rato ya era roja. Los dirigidos por Luis Augusto "El Chiqui" García, sólo esperaban el inicio del partido y querían demostrar y dejar en la cancha toda esa casta que los caracterizaba.
Ninguna persona se quería perder la vuelta olímpica número nueve, ese corear imparable de: "y dale y dale rojo dale" se oia de norte a sur, de oriente a occidente, en todos los lugares de la ciudad donde un americano celebraba con su bandera a punta de asta, una abarrotada americana, que se veia llegar.
Como ya es tradición los lugares típicos, además del sanfernandino, se empezaron a colmar de aficionados desde tempranas horas de la tarde, el tráfico tanto en las tribunas como en la calle hacían anticipar una enorme fiesta, la Avenida Sexta y la Calle Quinta ya estaban tejidas de enormes manchones rojos, los automóviles ponían en alerta a cualquiera que no disfrutara del ambiente con sus pitos, que contagiaban la emoción que la capital del Valle en esos momentos sentía, lo único que se esperaba era el pitazo inicial, por el resto, no había que preocuparse: el festejo ya estaba planeado.
Y comenzó el partido...
La fiesta era roja, pero la puntada final estaba por comenzar. Los hinchas, los que nunca dejaron de cantar el nombre del equipo en las tribunas que esa tarde eran de un sólo color , esperaban ahora con una mezcla de ansiedad, nervios y alegría la salida de sus ídolos al gramado del Pascual Guerrero. La hora del partido había llegado, los jugadores ya estaban en el túnel, el estadio no podía más de júbilo.
Finalmente... el rojo invadió el césped , El Tren Valencia el primero en tocarlo, varios jugadores se santiguaron e inundaron la cancha, el escenario estalló en un solo grito...Los seguidores enloquecieron entre aplausos, abrazos y saltos que se repitieron durante todo el partido, rápidamente el terreno se vio invadido de papeles tras el festejo de la hinchada, la fiesta sin duda alguna era americana.
El América venía con la ventaja de la mínima diferencia obtenida con gol de Jairo Castillo, pero había que ratificar en casa y hacer justicia en el campeonato más largo en la historia del fútbol colombiano, todo eso perseveró en el equipo escarlata, pero el partido de vuelta era para ratificar el amor por la camiseta que se mantiene intacto.
Los primeros minutos de la escuadra roja fueron arrolladores, se sabía lo que estaba en disputa, el campeonato nacional, el deseado y anhelado por todos. América merecía desde un comienzo abrir el marcador. Fue inteligente; tocó de primera; buscó los costados y llenó de muchos centros el área de Castañeda .
Pero ese deseo, el que todos quieren en el fútbol, el gol, sólo llegó en el minuto 43 de la inicial: James Cardona desbordó por la raya lateral, mandó un centro pasado que ni el arquero ni los defensas bumangueses pudieron contener , el balón cayó al otro palo, donde Franky Oviedo ganó la posición y desde un ángulo difícil; el "flaco", tiró un centro mordido que pegó en Galarcio, el balón perdió velocidad pero ésto no impidió que el "Tren" Valencia se zambullera en espectacular "paloma" e inflara las piolas del arco canario. Era el uno a cero.
Algarabía, locura, fiesta, el estadio explotó en un solo júbilo, el gol había llegado y se empezaba a ratificar que América era el mejor equipo de Colombia.
La parte complementaria tuvo las mismas características que la primera etapa, los rojos encima y Bucaramanga sin ningún chance, América era dueño de todo, las opciones, las llegadas y la fiesta en las tribunas, los "Búcaros" trataron de aguantar con la expulsión de dos de sus hombres Rodríguez y "Cheo" Romero, pero fue inútil, pues la "Mechita" estaba inspirada y empezaba a prenderse.
El encargado de acabar de ratificar la fiesta fue Julián Téllez. Los rojos elaboraron un contragolpe letal que "Los Búcaros" no previnieron, Oviedo recibió el balón en el centro del campo donde realizó un sombrero fantástico, teniendo entonces todo el panorama a su disposición , descargó un pase profundo a Téllez quien con el arco pintado en su cara impactó de fuerte zurdazo un tiro espectacular, contundente, que venció a Castañeda inflando la malla, marcando el dos por cero y redondeando el triunfo americano.
La gente ya no quería ver fútbol, los ojos estaban puestos en los suyos, sus héroes los que armaron el título desde el comienzo del torneo, con trabajo y dedicación, como siempre lo ha hecho América... pasión de un pueblo.
La locura fue colectiva cuando John Jairo Toro observó su cronometro y con dos pitazos ordenó el fin del partido, el América era ya el nuevo campeón del fútbol colombiano. Los integrantes de la plantilla americana: Diego Gómez, James Cardona, Wilmer Ortegón, Franky Oviedo, Leonardo Moreno, entre otros, se perdieron entre la multitud, querían tener el recuerdo de aquella tarde inolvidable.
Bastaron unos minutos después del pitazo final para que "El Chiqui" fuera paseado en los hombros de los fanáticos que desbordaban de sonrisas, había que tomar aire para continuar, la tribuna empezó a corear como es conocido: "chiqui, chiqui, chiqui". Como los grandes, en hombros, Luis Augusto García agradeció al respetable. Los abrazos se confundieron entre todos, fue una fiesta grande, intensa y alegre.

2000 - Campeón no hay sino uno
El domingo 17 de diciembre del año 2000 se paralizó el país, era la final del fútbol con dos juegos que podían arrojar a cualquiera de los cuatro equipos que jugaban, como campeón del año. El campeón en justicia lo era ya América que fue el equipo mas regular, sacó 13 puntos al segundo en la reclasificación, tuvo la valla menos vencida, fue el equipo más goleador y, el que menos partidos perdió, pero en esto del deporte poco le toca la justicia y mucho al más fuerte, mucho al local y poco al visitante y, se dio la victoria, con algo de angustia, no por falta de confianza en lo nuestro, sino porque podíamos depender de otros resultados, que se dieron también, no podía ser para menos.
No imagino siquiera cuantos hinchas americanos siguieron los encuentros, sumemos a los 45 mil que casi en estado de epilepsia seguían las raudas camisetas rojas en el césped del Pascual, los millones que en toda la geografía de la patria, llenaron con sus gritos esos grandes estadios que son las pequeñas pantallas de televisión. A los que en Queens, Miami, en los suburbios de Los Ángeles, juran que a Barbat no le pasan ni los rayos equis, a los que la diferencia horaria hizo madrugar para ponerse una cinta roja en la frente, para gritar los goles de la mecha y saltar por el gol de Santa Fe, que sólo le puso un poco de picante a nuestro triunfo. Después de la estrella de Belén, esta estrella del América ha sido la más vista en el planetario del fútbol, millones y millones la vieron pasar de barra en barra, de tribuna en tribuna, como para que ilumine los caminos de victoria que vamos a recorrer.
A otros les corresponderá hacer las estadísticas, yo no creo sino en las estadísticas del corazón, en lo que sintieron y vivieron miles de hinchas que lanzaron al aire sus privaciones cotidianas, su desempleo, su soledad, sus plegarias y sus maldiciones en este inmenso rito religioso que es un partido de fútbol, donde nadie es ateo. En todo eso, es lo que creo, cuando ya mi añejo corazón palpita al ritmo, no de las coronarias, sino del ronco tambor que marca el paso en la trinchera sur de Barón Rojo .
Algunos lástimosamente de aquí mismo de Cali, quisieron en algún momento desestabilizar el equipo, lanzando consejas mentirosas contra el técnico y me extrañó su insistencia a pesar de que siempre salimos a desmentirlas. Estos especialistas de lo negativo, continuaron dando, como un hecho, la salida del técnico barnizando un chisme absurdo, con un matiz de erudición que en una cosa tan simple como el fútbol, no requiere. Pero esto ha servido para hacer más grande el triunfo de este joven técnico, un iniciado casi, de la tierra a quien los directivos le desangramos el equipo a quien se le restó a Moreno, Oviedo, Ortegón, Castillo, “Gato”, y sin embargo JAIME DE LA PAVA, siempre tuvo el equipo en la vanguardia, sin acudir a la excusa que le quedaba fácil, sino enfrentando su destino con seriedad y con la cara al sol. Esa estrella será para muchos la estrella de Jaime de la Pava.
América comenzó el nuevo milenio pisando la grama de los estadios del país con pie derecho; que gran equipo tuvimos; a veces el gol tardaba mucho por aquello de que los iluminados primero juegan fútbol y luego si han de llegar, están los goles. Y llegaron en los cruces de forajido de Salazar, en los zarpazos del “Tigre”, en los disparos de un niño que se llama Ferreira, que ilumina las noches con sus goles, pero sobre todo en las parábolas exactas que describen las bolas disparadas por Jersson González que se esconden en las rendijas de los ángulos, sacándole burlonas la lengua a los arqueros, como para mofarse de su estirada inútil.
Ahora vamos hacia la copa sin aspavientos, sin profecías, a una fiesta en la que siempre estamos invitados, tallada la decisión en los rostros de granito moreno de todos nuestros jugadores, como una carga de lanceros patriotas en el Pantano de Vargas, y dejemos que ruede la pelota, que si alcanzamos la Copa, se desbordarán los pueblos, los caminos y las aldeas de esa patria inundada de banderas rojas flameando bajo el cielo y, después de brindar en la Copa, a mí al menos sólo me resta morir. En Cali. Al día siguiente.

2001 - Con de la Pava América consiguió la Once
Y no podía ser para menos, las sonrisas de los hinchas desde tempranas horas eran de oreja a oreja. América , "la mechita", se jugaba una vez más un partido de infarto, un enfrentamiento crucial, que de ganarse lograría colocar una estrella más en su escudo y un título más en su historial. Esa noche, era noche de fútbol, de nada más, por lo menos, eso era lo que se respiraba en cada rincón de Cali, no había cabeza para otra cosa que no fuera la final del fútbol colombiano.
Poco a poco las caravanas de hinchas empezaron a desfilar hacia el san fernandino, aquel día, mujeres y hombres sacaron la roja y la portaron con orgullo, con ese orgullo de ser un hincha americano, con esa pasión que atraviesa todas las fronteras para finalmente, dejarlo todo en el pascual, con los aplausos, los saltos y los cánticos que al finalizar dejan sin voz las gargantas de la fanaticada.
Esa fecha inolvidable, 19 de diciembre de 2001, el equipo americano quería hacer historia, como ese mismo día hace 22 años, cuando los rojos en aquella instancia, alcanzaran la primera estrella americana Había que dejarlo todo, los jugadores lo tenían claro, había que sudar la camiseta hasta el final, el rojo tenía ya un pie en el titulo, pero no podía confiarse tenía que demostrarlo en la cancha.
El equipo americano, dirigido por el estratega Jaime de la Pava, llegaba a la gran final con una ventaja de visita importante , sus pupilos venían de ganar por la mínima diferencia al equipo rojo de Medellín , con anotación de Julián Vásquez , eso los hacia sentirse seguros, más no convencidos del título, pero ya era una responsabilidad inmensa con la hinchada, que esperaba impaciente el comienzo de la cita futbolera para agitar las banderas y el mismo sentimiento.
Los equipos estaban en la cancha , todo estaba preparado, los rojos para "matarse" en el terreno y la tribuna para celebrar cada anotaciín. Sin más preámbulos el partido se inició, el América estaba tranquilo, tenía la ventaja, pero los ojos debían estar bien abiertos, no se querían sorpresas contrarias.
Los rojos fueron superiores desde el comienzo, cada integrante de la escuadra parecía estar programado para no cometer errores, la superioridad roja se empezó a sentir con la sutileza de la zurda del "Guigo", aquel moreno alto, espigado, aportó mucho de su experiencia como profesional a los diablos.
Ese buen momento del "Guigo", se ratificó en el minuto 34 de la inicial, cuando los "paisas" cometieron una falta a 25 metros del arco defendido por Diego Gómez, que esa noche no era americano, de inmediato el salto en la tribuna no se hizo esperar todos lo pidieron: "Guigo, Guigo, Guigo" , era lo único que se coreaba en ese instante, Mafla tomó el balón con personalidad, tan seguro como un francotirador, se escuchó el pito del juez central, el tiro era indirecto, Navarro tocó el balón a Mafla, y este, con su zurda prodigiosa impactó con potencia, el esférico se convirtió en un misil que ya tenía destino, atravezó la barrera y se incrustó en el palo izquierdo de Gómez , era el primero, el que puso a soñar, a acelerar las palpitaciones de corazones colmados de ilusión y con ganas de victoria.
Tan solo unos minutos después de la apertura del marcador se selló la segunda diana: transcurría el minuto 41 de la primera parte y Mafla terminó de ejecutar su faena e hizo iluminar de nuevo el Pascual. Fue una jugada de fantasía, de esas mágicas y sagradas, de las que no se ven todos los días, casi sacada de la ficción. Con el estilo de un grande: Mafla; casi en el banderín de tiro de esquina se inventó un fabuloso taco que dejó por fuera a Montoya y a Calle, los dos hombres que venían a su marca , y cuando el balón parecía que lo vencía en la ultima línea , mandó un centro al corazón del área buscando receptor y lo encontró, era Julián Vásquez, el que no podía faltar en una noche de ensueño, como con un imán conectó la redonda con un certero cabezazo que dejó sin chance al golero que vio caer su valla por segunda vez.
El inicio de la complementaria arrancó, los gritos de batalla se seguían escuchando en las tribunas, los escarlatas continuaban siendo los ampliamente dominadores del encuentro, una que otra llegada se sintió con ansia en el publico, el cual ya sólo se dedicaba a ver el reloj y a esperar el final de un partido donde los rojos de Cali de principio a fin fueron sin duda los campeones. Los fanáticos continuaron con el grito imponente de: "campeón América".
El banco recibió también su respaldo, De la Pava respondió al agradecimiento de la torcida que empezó a corear su nombre. Faltaba poco, la once ya se veáa bordada en la casaca roja, el árbitro corrió al centro y decretó el final. La fiesta era roja, los abrazos fueron muchos, al igual, las caras de alegría, los jugadores brincaron, lloraron y celebraron, Cali se vistió de rojo, la feria ya era un hecho al escucharse el pitazo final , la calles se llenaron de hinchas rojos hasta el alma, América era campeón , consiguió el titulo once y Cali fue una sola fiesta.

2002
¡¡¡América tricampeón!!!
"Y ya lo ven, y ya lo ven somos tricampeones otra vez".
"Y ya lo ven, y ya lo ven somos tricampeones otra vez".

Este coro entonado por todos los jugadores del América, victoriosos el 19 de junio de 2002 en Medellín (siempre en aquel 19) resonará en mí toda la vida. Se sucederán amaneceres y nos cubrirán los ocasos, serán polvo mis huesos, nuevas generaciones de americanos vendrán y no comprenderán la magnitud de esta victoria.
Llegarán nuevos triunfos y amargas derrotas, arribará el olvido como a los ojos llega el sueño, pero yo, que me abracé a los torsos escarlatas de los muchachos eufóricos, yo que canté con ellos con la voz quebrada por la emoción, el eterno bolero de Alberto Beltrán, yo que bebí esa noche todas las botellas irrespetando la fragilidad de mi averiado hígado, yo no podré olvidar jamás esos momentos ni esas voces.
Me gusta una pequeña pancarta que coloca una de nuestras barras: ‘Campeón no hay sino uno’. Pero todos los años hay un campeón, es difícil serlo , pero es común que así sea. Y bicampeones? Habrá muchos? Cuánto habrá que luchar para ser bicampeones? Cuántos partidos hay que ganar? A cuantos críticos de oficio hay que convencer? Cuánta desesperanza y cuánta angustia hay que vencer? Y ser tricampeón? A qué equivale esto? Digamos simplemente que ser tricampeón sólo lo son muy pocos, y que indudablemente estamos haciendo historia es un incesante volver a empezar, porque la historia es un incesante volver a empezar. Yo no sé , pero mi nieto, el que llevaba al pecho la noche del titulo va a saber que nació siendo tricampeón. Espero ver una pancarta enorme que diga: ‘campeón no hay sino uno, tricampeón sólo América’.
Este título que sumó una estrella más a nuestro escudo, cuyo peso específico desgarra ya las camisetas de lado del corazón, es grandioso, no solo por sumar tres títulos seguidos, que ya de por sí es una gesta, sino por las circunstancias en que se logró, luego de vivir la desesperanza de una Copa Libertadores esquiva, después de una clasificación, que si bien luchada estuvo estrecha, después de oír las plañideras que gritaban a todos los vientos la sepultura del equipo; para ver luego a un América crecido como los toros al castigo, derrumbar todos los obstáculos para el más grandioso final de los últimos tiempos, en el mejor partido que he visto en muchos años, vencer nítidamente al Nacional, en Medellín, frente a 52 mil testigos que enmudecieron respetuosos ante la calidad del tricampeón.
Este triunfo es de todos, del niño que el papá viste de rojo cuando tambalea dando sus primeros pasos, de los muchachos que vienen de lejos, a dedo, guiados por los luceros de la esperanza, de los jóvenes que absurdamente fueron asesinados en una oscura noche, por hombres más oscuros, en nuestra oscura patria y quedaron tendidos confundiendo la sangre de sus pechos con sus camisetas rojas, cediendo el corazón a los disparos.
El triunfo memorable de hoy, debe ser el triunfo de la vida , el de todos los hinchas, aún de los que claudican , de los técnicos, asistentes , de los cronistas, del que vende maní, del que en un pueblo lejano intenta sintonizar un remoto partido en una radio asmática de vigilante nocturno, pero sobre todas las cosas, este triunfo es de los jugadores, merecen sus nombres en nota separada, de los jugadores que hoy están, y de los que mañana se acercarán confiados a penetrar la gloria, de los que estuvieron en Italia de los antiguos que salieron del equipo pero lo amarán siempre, de los que emigraron legales o ilegales con un trapito rojo en sus mochilas, de los que no están en este espacio porque han muerto, y de alguna forma ya sabrán la noticia, y de don Pedro Sellares, eterno presidente cuya voz es como una mano tendida que nos sostiene siempre.
La vida escoge en cada ocasión a los mejores, ahora nosotros somos los escogimos. Si queremos seguir siéndolo hay que afrontar el futuro de cara al sol con la fuerza del alma que es la que alcanza las victorias, pero por sobre todo la sencillez, sin vanaglorias, porque nada sienta tan bien en la frente del vencedor como una corona de modestia.

América 3-1 Medellín: ¡Campeón por 13a vez!
Colombia.com (21/Dic/2008): América de Cali se coronó campeón del Torneo Finalización del fútbol colombiano y alcanzó el título número 13 de su historia, tras superar por 3-1 al Independiente Medellín en el estadio Pascual Guerrero de Cali.
El equipo caleño, dirigido por el colombiano Diego Umaña, remontó un 1-0 en contra con el que comenzó ganando el Independiente Medellín, por intermedio de Diego Álvarez en el minuto 17, para igualar en el 25 con Adrián Ramos, una de las figuras del conjunto campeón y del torneo.
En el minuto 60 un autogol de Jamell Ramos marcó el segundo del América, mientras que Jaime Córdoba cerró la cuenta en el minuto 89.
El primer tiempo comenzó con Independiente Medellín controlando el balón, tratando de crear peligro en la portería del uruguayo Adrián Berbia, mientras que el América intentaba esperar y salir contragolpe, aunque le costaba quitarle el balón al rival.
El visitante siguió controlando las acciones con una buena actuación de jugadores como John Javier Restrepo y el argentino Omar Pérez, entre otros, y su dominio fue premiado en el minuto 17 tras la anotación de Diego Álvarez, que luego de recibir un centro de Danilson Córdoba envió el balón al fondo de la red y enmudeció a la hinchada local.
Después del gol, el América reaccionó rápidamente y Paulo César Arango casi logra el empate al minuto 22 con un remate que pasó muy cerca del palo derecho del paraguayo Aldo Bobadilla.
Pero no pasó mucho tiempo para que el local encontrara por fin la paridad. Adrián Ramos (m.25) superó a Bobadilla con fuerte remate de pierna zurda y le dio la igualdad a su equipo.
De ahí en más, América recobró la confianza del juego, incluso pudo aumentar el marcador un minuto después con un remate de John Valencia que pasó por encima del travesaño.
El segundo tiempo comenzó y los dos equipos salieron a no cometer errores, aunque el Independiente Medellín intentaba tener más el balón y el lateral Jamell Ramos casi logra aumentar el marcador en el minuto 54, luego de un potente remate que sacó al tiro de esquina el portero uruguayo Adrián Berbia.
Por su parte el América siguió jugando con rapidez, buscando el contragolpe y en el minuto 60 encontró el gol de la ventaja, tras un pase de Paulo César Arango a Iván Vélez, quien centró y Jamell Ramos, en su intento por despejar la pelota, metió al balón en su propia portería.
Aún perdiendo el equipo de Antioquia no renunció al ataque, pero la premura del tiempo lo hacía jugar desordenadamente. Sin embargo, en medio del desespero estuvo cerca del empate con remate de Carlos Hidalgo (m.84).
Luego fue América el que pudo aumentar la ventaja con Adrián Ramos, pero fue Jaime Córdoba, en el minuto 89 el que marcó el tercero tanto del partido para redondear el título del equipo rojo de Cali, que con 13 estrellas igualó a Millonarios, como los equipos que más campeonatos han ganado en la historia del fútbol profesional colombiano. EFE


Lema
‘América, América pasión de un pueblo’


El escudo con el diablo que identifica al América apareció entre los años 1940 y 1943 como un símbolo de fiesta, ya que los jugadores de ese entonces “jugaban como diablos”, según palabras de los protagonistas de la época.
Durante los doce años de permanencia del entrenador Gabriel Ochoa Uribe en el América, el escudo con el diablo siempre fue un inconveniente por el misticismo que manejaba el médico. Por tal motivo, en los uniformes el escudo sólo tenía las estrellas correspondientes a los campeonatos conseguidos.
En el año de 1992, por decisión de la Junta Directiva de la institución, se eliminó totalmente el diablo del escudo del América y sólo se conservaba para el área administrativa. Con ocasión de los 70 años del Club, en 1997, se decidió recuperar el diablo para los uniformes y la implementación deportiva. A partir de esa fecha se ha desterrado totalmente el significado maléfico que muchas personas le otorgan y se considera a ese símbolo simplemente en término figurativo.


De acuerdo a las versiones históricas recuperadas, el América en sus inicios adoptó los colores blanco y azul que correspondían al equipo Racing de Argentina. Posteriormente el equipo uso los colores rojo y azul. En 1936 y después de un partido de baloncesto en Barranquilla entre los equipos Unión de Colombia y los `diablos rojos` uniformado precisamente de ese color, el América adoptó el rojo escarlata que resultaba adecuado para el apelativo que se les había otorgado. Desde esa fecha el América conserva el rojo y sólo lo alterna con el uniforme suplente de color blanco cuando así es requerido por la reglamentación.
Símbolos Americanos
El escudo
Color representativo

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